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El Testamento del Paisa del Libro de Agustín Jaramillo

LA TIENDA DE LA ESQUINA
En un local de unos diez metros de fondo por unos cinco de ancho, encalado, con techo de vigas y cañabrava, está "la tienda de la esquina". Un cancel a cuatro metros del fondo separa la trastienda. Los entrepaños de madera circundan el local.

Un mostrador, también de madera sin pintar, separa la parte reservada para el público, que es de casi dos metros por el ancho del local : a él dan las dos puertas de entrada : una por el frente, y otra por el costado; están pintadas con un verde vivo.

Además del tendero, un hombrecillo menudo, parsimonioso, de cabellos entrecanos y que viste pantalón de paño oscuro, camisa de cuello, a rayas, no lleva corbata y usa siempre su delantal de mañé que le cubre el pecho y los pantalones en redondo hasta la rodilla, mantiene invariablemente un lápiz amarillo encima de la oreja derecha.

Hay en la tienda lo siguiente :
Un gato que se la pasa sentado en los bultos de la trastienda.
Una balanza pequeña con su juego de pesas oxidadas.
Una cuartilla, una pucha y una chica, con sus rayas.
Un embudo para vaciar líquidos y otro semejante, pero más bucón, para empacar azúcar, harina, sal granos, en las bolsas de papel de libra.

Encima del mostrador, a un extremo, tiene una como vitrina que en vez de cristales tiene anjeo. (Saben ya los académicos qué es el anjeo?). En esta vitrina de anjeo, además de unas cuantas moscas encerradas -y muy a placer por cierto- reposan :
Un plato desportillado con unas cuantas papas rellenas envueltas en huevo; un charolito de lata con unos cuantos chicharrones, varias arepas, unos trozos de carne frita y alguna docena de empanadas o pastelitos de sal, todo de parte aseada; en un platillo pequeño un quesito a medio partir, para menudiar; y arrumadas como carga en el embarcadero amarillas maríaluisas con su azuquitar sonrosada por encima, panelitas de coco, sapos y gelatinas empolvadas como solteronas de pueblo, bocadillos de dos colores, tostadas, velitas y coco, buñuelos, cucas, paqueticos de colaciones de diversos tamaños, merengues, tostadas, bizcochos calaos y rosquitas de pandequeso, amén de algunos encarcelaos o pasteles de dulce.

Y también encima del mostrador, al otro extremo, hay una vitrinita, ésta sí de pedazos de vidrio pegados con cinta de papel rojo, y con muchos compartimientos. En ella están las pasas en sus cajitas rojas, el jabón de olor, los cepillos de dientes y las peinillitas baratas; las cuchillas de afeitar, una o dos cajas de polvo facial, y unos cuantos paquetes de confites brillantes y bananas.
También se ven algunas cajitas de mentolín, varios lápices, libreticas, espejitos y chicles, y hasta una docena sobres atados con una faja de papel.

En los entrepaños de la tienda, y a la vista del público, hay paquetes de velas en su empaque azul; jabón en panes y en barras; muchas botellas de cerveza y gaseosas, pocas de vino y algunas de aguardiente y ron para menudiar.
Los clientes más ocasionales se toman sus anetoles parados junto al mostrador; en tanto que los conocidos de la casa, los de confianza se avientan sus niquelados allá, en la trastienda, bien arrellenaos encima de los bultos de papas, yucas, arracachas y leñña; en los estantes vemos también las latas de rancho : sardinas, alguna de salmón o de salchichas; paquetes de café, bombillos, tabacos y cigarrillos, chocolate en paquetes o en meras bolitas cuando es con harina; y más paquetes con maíz, arroz, frisoles cargamantos y loborinos, azúcar, harina y sal.

En el suelo una gran lata de manteca, de donde se sirve en pedacitos de papel con una cuchara de palo, para menudiar. En un canastico viejo hay naranjas y limones. En costales en el suelo un bulto de papas, uno de yucas, uno de maíz, uno de frisoles y uno de azúcar empezados a menudiar. También un capacho de sal de Guaca. Y otros dos costales más : uno con panela blanca y otro con panela morena.

Pendiente de un clavito, allá al fondo, un largo salchichón a cuyo lado permanecen las punticas de otros tres salchichones más que han menudeado en el último año. De otro clavito, un metro a un lado, cuelga un pedazo de mecha amarilla para yesqueros; al otro lado, pendiente de otro clavito, a un metro de distancia, media docena de alpargates. Muy cerca, en otro clavito, tres herraduras de distinto tamaño medio oxidadas y cubiertas de polvo.

Arriba, de pared a pared, y sobre el mostrador, pasa un alambre, del cual penden dos vainas para machete, una retranca, un cinchón para buey, dos arreadores, una docena de chinas, un metro y medio de chorizos fosilizados y medio metro más de fescos, varios lazos, canastos y una trenza de cabuya.

En las paredes encaladas del recinto para el pueblo, se destacan entre muchos papeles pegados, la Vírgen del Carmen del almanaque Cruz de hace diez años y una gringa semidesnuda de cigarrilos gringos. Hay otras vírgenes y otras norteamericanas. Hay también una alcancía con telarañas en la ranura y en la cara del santo.

De sendos lazos penden de la viga del techo, un racimo de plátanos verdes, uno de dominicos y otro de bananos. Junto a la puerta que da a la trastienda se ven los palos de las escobas y las trapeadoras.

Upa, pues : despácheme ligero qu'estoy di'afán!
Qué quiere mi negra bravita?
Ya le dije : veinte de manteca, y una caja de fósforos. Y no me friegue que hoy amanecí muy brava!
Aquí tiene.
Sirve la manteca sin molestarse en pesar; de un cajoncillo saca los fósforos y la libreta.
La mujer presenta otra libreta y el tendero anota lo fiado en ambas.

Qué más sería reinita?
Encímeme un banano.
Sí..? Ai manece...
La negra, haciéndose la brava, va a salir muy tongoneada : el tendero ataja :
Ve, negrita, poné cuidao : te regalo la tienda, si querés, pero con una condición... Vení... que vos no sabes lo que te voy a decir!... (Ah, maldita negra... ja,ja,ja!).

Testamento del Paisa
Por Agustin Jaramillo Londoño

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