Entrevista
de ANA MARIA CANO
Fotografías:
ALBERTO ECHAVARRÍA
SI
LOS CRONISTAS deportivos llaman
"Biblia" al colega que sabe mucho
sobre determinada disciplina,
los de farándula tendrían
que llamar a su pionero antioqueño
Hernán Restrepo Duque "fonógrafo",
porque durante veintitrés
años, a través de
un programa diario de difusión
nacional llamado Radio-Lente,
su voz ha escrito la historia
de la música popular cuyo
meridiano pasó en forma
definitiva, hasta hace quince
años, por Medellín.
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Juan
Arvizu, uno de los artistas
latinoamericanos que encontró
en Restrepo Duque la posibilidad
de resurgir. cuando ya habían
sido olvidados incluso en sus
propios países. |
Este
hombre trajo por primera vez al
país las matrices de las
principales casas disqueras, como
jefe de programación musical
de una de las más poderosas
firmas de discos en Colombia.
Cuando ya Elvis Presley estremecía
todo un lado del planeta. Restrcpo
Duque encontró que. por
la prohibición de importar
música, el país
desconocía toda una generación,
que ya entonces era octogenaria,
y puso a los oídos colombianos
a retroceder y a la música
vieja a ponerse a la orden del
día en este país
sugestionable. Así fue
como Juan Arvizu (muerto en el
mes de noviembre de aquel 85 luctuoso),
así como Margarita Cueto
y otros artistas latinoamericanos,
vieron en este hombre de treinta
y cinco años a su resucitador,
y a Colombia como la posibilidad
de un segundo debut (como diría
la cosmetología hoy).
Llegar
a su casa es entrar en cl túnel
del tiempo, apretado de discos,
libros y revistas, con tantos
radios y grabadoras como metros
cuadrados tiene el pequeño
apartamento, para salir horas
más tarde con el convencimiento
dc que Medellín hizo a
la música de Latinoamérica
el favor de regarle la música
colombiana desde México
hasta Argentina, para producir
eso que hoy se atiende como un
fenómeno musical dc gran
identidad y fuerza.
Comencemos
por el principio, con la historia
de esta voz que ha hablado un
cuarto de siglo por nuestra música
popular:
Hernán
Restrepo nació en Medellín
en el año 27, cuando comenzaban
a popularizarse la radio y los
aparatos receptores, al punto
que, entre los años 33
y 34, ya se habían convertido
en el centro del hogar. En la
casa de los Restrepos entró
un enorme Philco en forma de arco,
que luego evolucionó a
un Philips que Hernán todavía
tiene en su poder. De niño,
en lugar de salir a jugar, se
sentaba a sintonizar en onda corta
emisoras de Cuba, Venezuela y
Ecuador: eran pocas las estaciones
y entraban tan bien como si fueran
locales. Comenzaba el mundo de
los artistas, las canciones y
las radionovelas policiales del
estilo de Fumanchú. Más
tarde sería lo cómico,
con un humorista de Pereira llamado
Jorgito (Raúl Echeverri,
en la realidad) con su Hora Sabrosa.
Después fue Mario Jaramillo,
locutor cómico que introdujo
los chistes con "picante", aunque
muy finos, según quedó
en la memoria de Hernán
Restrepo. Se imitaban voces y
se hacía burla de las costumbres
y comenzaba a oírse la
música "típica colombiana".
Para
Restrepo Duque el colegio resultaba
todo un problema: era de malas
con los prdeesores y no se adaptó
nunca a la disciplina jesuítica.
Su padre dejó de insistirle
en cuarto de bachillerato, cuando
lo envió a una escuela
de mecánica, donde, por
intermedio de los hijos de los
obreros del taller del barrio
popular de Bello, conocería
de cerca los nombres de los ídolos
que cantaban por la radio. Pero
esa escuela le traería
su otra afición, la de
los toros, mediante una rara carambola
del destino: por ser buen dibujante,
empezó a trabajar como
delineante de arquitectura, y
en calidad de tal le correspondió
construir sobre el papel la plaza
de toros de esa ciudad. También
sobre el papel comenzó
su afición periodística.
Aunque no había visto nunca
una corrida, valiéndose
de libros y revistas sc convirtió
en cronista taurino de los diarios
locales.
En
compañía de los
hijos de los mecánicos
se inició en el gusto por
las canciones tristes, por el
tango, porque en su casa sólo
oía música clásica
europea. La afición y un
paludismo le impidieron terminar
la educación secundaria,
pero en cambio la afición
a los toros lo llevó muy
joven a escribir en la revista
de Luis Lizón (quien fuera
después jefe de redacción
de un periódico grande
llamado El Correo) y a codearse
ccn el cronista taurino de El
Gitanillo, matutino de ese entonces.
Así llegó a la página
de espectáculos de El Diario,
no sin antes haber dado un paseíllo
por la de toros de El Colombiano.
Como era época de no tener
corridas, los aficionados, tanto
como sus periodistas, calmaban
la goma en la feria de ganados,
en donde se encontraban cada martes.
En
su página de espectáculos
tocó por primera vez la
radio como algo susceptible de
criticarse, dejando de lado las
gacetillas con las que hasta entonces
se daba cuenta del fenómeno.
De
programas y locutores se hablaba
libremente, lo cual le causó
muchas enemistades a su realizador.
Pero no estaba solo, porque su
colega Camilo Correa hacía
en Medellín la revista
Micro, con bastante calidad gráfica
y ese diseño art nouveau
que se asociaba entonces a
la farándula. Los temas
de la revista eran la radio, la
música y el cine. Especialmente
este último, porque en
él Correa fue pionero:
camarógrafo de uno de los
documentos fílmicos que
quedaron del 9 de abril de 1948,
también quiso ser productor
de películas, porque encontró
desde un comienzo la gran posibilidad
industrial de este arte reciente.
Gracias a la afición, compartida,
por la música colombiana,
Correa y Restrepo se hicieron
muy amigos. Correa era, además,
director de la Voz de Antioquia,
y llevó a Restrepo a trabajar
en Micro, asumiendo ambos la paternidad
de los músicos populares.
Vivían
entonces Pelón Santamaría
y Manuel Blumen, ambos compositores
y cantadores. Con ellos realizaban
largas tertulias para reconstruir
la historia de la música
popular colombiana. Se unió
al grupo de Restrepo y Correa,
Heriberto Zapata Cuencar, quien,
como biógrafo de músicos
y pedagogo, había escrito
algunas monografías. Aunque
no se constituyó deicialmente
como trío, si resultó
muy funcional en la investigación
y búsqueda de emisoras,
discos y autores.
DEL
DICHO AL TEXTO
Sin
embargo, hasta el momento, la
relación de Restrepo con
la música popular consistía
apenas en la tertulia informal
y en lo que escribía para
periódicos y revistas.,
No fue hasta 1952 cuando el entonces
director de la Voz de Antioquia,
Alberto Toro, le lanzó
el reto: Restrepo, tan severo
crítico de la radio, no
sabía hacer radio ni la
había hecho nunca. De ahí
que se viera, a los veinticinco
años de edad y sin experiencia,
efectuando un programa de prueba
que, siles gustaba, sería
pasado dos veces a la semana.
Además de sus actividades
locales, entre las cuales se contaba
la de llenar una plana de El Diario,
Restrepo era corresponsal de El
Espectador sobre radio, para la
página que dirigía
Alvaro Monroy. Ante este reto,
fue como se hizo un par de libretos
de lo que durante veintitrés
años sería Radio-Lente
y, como tampoco había locutor
disponible, le tocó a él
mismo enfrentarse al micrófono.
Ahora, años después,
suspira aliviado y dice:
"Salió
lindo". En el programa se abordó
por primera vez la crítica
de discos y de espectáculos,
con información total alrededor
de las grabaciones. Entonces nacía
la industria fonográfica
nacional, con Fuentes, aunque
desde el 49 se producían
discos artesanalmente. En 1951
nacerían Sonolux y Codiscos.
Existían también
Zeida, Vergara y Silver. Como
les había abierto campo
a través de las páginas
de prensa —porque en el periodismo
de entonces existía gran
reserva sobre estos temas, considerados
menores, de la música popular
y del fenómeno del disco
y de la radio— estas compañías
le enviaron estrenos y pruebas.
El
éxito del programa Radio-Lente
hizo que se mantuviera nacionalmente
en cadena por veintitrés
años, a las nueve y media
de la noche, durante una hora.
Posteriormente se transmitió
a las diez y media, cuando la
televisión comenzó
a tomar fuerza. Alcanzó
a oírse en el exterior,
porque la Voz del Río Cauca
contaba con gran potencia y hacía
las veces de la onda corta. Esto
lo descubrió Restrepo cuando
viajaba a Ecuador, y supo que
ya lo conocían y que incluso
copiaban el programa.
Creó
fundamentalmente una conciencia
del disco e hizo consciente a
una farándula: anunciaba
los cantantes que venían,
señalaba el nacimiento
de duetos y agrupaciones. informaba
dc viajes, de muertes del espectáculo.
Comenzaron así a enviarle
cintas desde Chile, Argentina,
España, México,
distintos comentaristas que Restrepo
fue conociendo y que le obligaban
a realizar una verdadera reportería
sobre cl mundo creciente de la
música popular.
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Camilo
Correa cditaha en Medellín
la revista Micro. Con Restrepo
Duque asumió, gracias
a sus afinidades, a
paternidad de los músicos
populares. |
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León
Franco (Pelón
Santamaría), Manuel
Ruiz (Blumen) y Libardo Parra
(Tartarin Moreira). |
Tal
vez por ese conocimiento que reunió,
la casa de discos Sonolux lo llamó,
en el año 53, a encargarse
de la publicidad de la empresa,
sin que esto interfiriera con
la independencia de su programa
radial. No había entonces
celos profesionales entre las’disqueras,
y todas seguían mandándole
sus muestras. Su inmersión
en el mundo de la publicidad lo
llevó a realizar programas
con los artistas que venían
a Colombia. En uno con Leo Marini,
se dio algo que era frecuente
en la época: la censura
de canciones. "Tu boca me enloquece"
fue el verso que, Miguel Ayuzo,
hizo suprimir de una canción
como censor del general Rojas
Pinilla para la Tv. Tenían,
pues, que buscar cancioncitas
blancas que no insinuaran nada
en ningún sentido.
LA
ÉPOCA DE ORO
A
partir de ese momento, Hernán
Restrepo desempeñó
durante tres años el cargo
dc director artístico de
la casa disquera, con la función
de buscar artistas, decidir sobre
el repertorio y producir los discos.
Allí se produjo su total
realización porque —lo
dice sin modestias— aquella fue
la más bella época
del disco, puesto que estaba prohibida
toda importación —incluso
de matrices fonográficas—,
eran todos de 78 revoluciones
por minuto y no existían
las licencias de marcas extranjeras
para prensar en Colombia. Hay
que decirlo: en el mundo las disqueras
apenas estaban comenzando, con
lo que el país se hallaba
casi al mismo nivel de los demás.
Había que buscar, pues,
el éxito con artistas nacionales.
Las canciones más importantes
—como eran, por ejemplo, las de
Lucho Gatica— se grababan aquí
con cantantes nacionales y se
estaba al día en los hits
del momento.
A
Restrepo Duque le correspondió
personalmente lanzar algunos artistas.
Toniú a un locutor de Medellín,
llamado Alberto Granados, y lo
lanzó como cantante. Construyó
también la fama de Víctor
Hugo Ayala, Alfonso Restrepo,
Lucho Ramírez, Billy Bedoya.
Jaime Hernández, Jorge
Ochoa y Gustavo López,
todos los cuales acababan de actuar
en la radio. El mayor éxito
constituyó, para la época
un bolero, Mi último
fracaso, que se conoció
cantado por Lucho Gatica y Antonio
Prieto, y que aquí popularizó
Alberto Granados. Después
de esa "era de Pendes" del disco
nacional, la industria creció
hacia el long play y las
empresas recibieron licencias
de gigantes corno la Odeón
y la Columbia. Pero los artistas
colombianos estaban tan metidos
en los oídos de la gente,
que compitieron fieramente con
lo que llegaba del exterior. Restrepo
Duque, como "papa del disco",
dirigía la grabación,
montaba la canción; el
músico Luis Uribe Bueno
afinaba y dirigía el acompañamiento,
y así crecieron ídolos
como Obdulio y Julián,
Espinosa y Bedoya, Garzón
y Collazos, que tuvieron para
la época ventas nunca antes
vistas: de ochenta a cien mil
discos de 78 revoluciones se vendían
de cada producción.
Era
el momento de Matilde Díaz,
con San Fernando y Salsipuedes.
que también alcanzó
los cien mil discos. Entre el
54 y el 70, Restrepo sitúa
este apogeo de la música
nacional. Surgían rivales
como lo fueron, en el caso de
Matilde, Amparito Jiménez
o Lita Nelson con Palo bonito,
palo eh, Noel Petro, con Cabeza
de hacha: se fletaron aviones
completos para Venezuela que arrimaban
las cargas de discos hasta Cúcuta.
Pacho Galán lanzó
su Cosita linda, que cantó
hasta Nat King Cole y todos grababan
en Medellín. La radio estimulaba
sanamente la competencia entre
los artistas, como a Garzón
y Collazos con los Hermanos Martínez.
Estaban en boga Leo Marini, Los
Embajadores, en tango Agustín
Irusta, y lo que se oía
en todas las calles era el bolero,
el pasillo, el vals y el bambuco.
Surgían las primeras piezas
de José A. Morales, como
Pueblito viejo, y de Jorge
Villamil, como Espumas. En
diciembre se bailaba el porro...
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Durante
32 años. Restrepo
Duque desde su programa
diario de difusión
nacional. Radiolente. marcaba
la paula de lo que se escuchó
en Colombia.
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Entró entonces la canción
mexicana, con las rancheras, y
la música española,
con Lola Flórez, pero se
continuaban grabando éxitos
con los artistas de aquí.
En los años sesenta, Odeón
y Columbia tenían créditos
como Los Beatles, que no lograron
desbancar lo que tenían
aquí montado a través
de Sonolux.
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Obdulio
Sánchez. |
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Julián
Restrepo. |
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Obdulio
y Julián. dueto clásico
de la época de oro
en la música popular
en Colombia.
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Carlos
Vieco, compositor y pionero
de la música colombiana.
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VIAJE
AL PASADO
En
esos años la RCA Víctor
era la más importante en
el mundo y vio con consideración
lo que era el mercado colombiano;
por eso entregó a la casa
disquera nacional sus matrices,
que debía manejar con cuidado
para que sus promovidos no se
mataran entre sí (entiéndase
este verbo en el sentido de las
ventas). México, Nueva
York y Buenos Aires surtían
al país, y debía
Hernán Restrepo escoger
lo que se traía. De México
vinieron, pues, Virginia López,
Pérez Prado, Antonio Prieto,
los Hermanos Silva y, en la cumbre
de la fama, Miguel Aceves Mejía
y José Alfredo Jiménez.
De
Argentina, en cambio, se trajeron
tangos viejos, de los que no circulaban
ya. Ese fue el caso peculiar de
Colombia, a donde los discos se
importaban en reducida cantidad,
que pronto desaparecía.
Después, de un momento
a otro, no entraron más
y la gente, según supuso
Restrepo, se sentía frustrada
por no tener a su alcance esos
artistas que le gustaban. De ahí
que en el país circularan
Margarita Cueto, Juan Arvizu,
Agustín Magaldi y Carlos
Gardel, cuando el mundo estaba
oyendo a Elvis Presley.
En
el momento en que Hernán
Restrepo quiso traerse todas esas
matrices viejas, pasadas de moda,
comenzó a hacerse famosa
en el mundo la locura colombiana
por la música vieja. Artistas
como Margarita Cueto, ya olvidada
en su país, no podían
creer que fueran ídolos
en otro. Por esto es que aqui
se grabaron más discos
de larga duración de Pedro
Vargas que en México mismo.
De las ventas de la Victor, el
sesenta por ciento era de música
de tiempo atrás, y su propio
responsable reconoce que el país
se retrasó, pero era una
razón generacional, porque
quienes podían comprar
discos eran los que soñaban
con esas vejeces. De ahí
que el pobre Presley nunca lograra
ser un fenómeno aquí,
pero sí Juan Pulido, que
ya tenía sus ochenta años.
El anacronismo dc la música
colombiana ha sido siempre achacado
a Hernán Restrepo Duque,
desempolvador de ídolos,
y para los artistas viejos su
redentor.
Mientras
esto ocurría, tampoco se
olvidaba la tnúsica colombiana:
aquí surgieron, como descubrimientos
de Restrepo, Leonor González
Mina, Jaime Llano González
y Elenita Vargas.. A Gabriel Romero,
con La piragua, lo lanzó
en el año 72.
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Garzón
y Collazos, en sus comienzos. |
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El
dueto de antano: Ramón
Carrasquilla y Camilo García.
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De
pie. Carlos Julio Ramírez
y Pepe Velásquez
Sentados, Roberto Caro y
Toño Ríos.
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Para
las convenciones discográficas
internacionales., Hernán
Restrepo era un espécimen
raro: toda la resaca de los viejos
tiempos arrastrada por quien era
todavía un hombre joven.
Tanto se apropió dc ese
papel, que a su salida de Sonolux,
en el 75, fundó una empresita
discográfica llamada Preludio,
que en realidad trabajaba con
los "epílogos" y no caminó,
por motivos administrativos. La
idea era brillante: la ley 23
del 83 cambió las disposiciones
sobre autoría; defendía
la propiedad de la matriz (o,
técnicamente llamada, fonograma)
durante treinta años, transcurridos
los cuales pasaba al dominio público,
lo mismo que sucede con los libros.
Esto para que no pueda perderse
nada como patrimonio cultural,
y se considera como invento durante
doce o quince años. Así,
Preludio revivió más
de ciento cincuenta matrices de
más de treinta años,
que ya no se conseguían
comercialmente. Así revivió
las primeras canciones de Pedro
Vargas o de José Luis Rodríguez.
Hoy famoso como El Puma. Esto
produjo una gran reacción
en el medio discográfico,
pero estaba amparado por la ley
que la Unesco había promovido
en todo el mundo. Así desplegó
una labor casi arqueológica,
con rin sentido didáctico
de lo que podía contribuir
a ver la evolución de los
artistas y a impedir que se perdieran
las canciones.
La
vida de Restrepo Duque ha estado
consagrada a la búsqueda
de la música publicada
y a su historia, en la cual le
fascina la parte anecdótica,
esa historia menor de la cosa
humana.
COLOMBIA,
FUNDAMENTAL EN LO POPULAR
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Restrepo
Duque sostiene que Colombia ha
cumplido un papel fundamental
en la música popular de
América, de lo cual no
nos hemos dado cuenta; y dentro
dc ese papel, Medellín
fue el centro de los cambios.
Antes
que surgiera el disco, todo era
vago, porque no quedaban sonidos,
y la partitura no da una visión
clara de la música popular.
O sea que para él la historia
arranca de los primeros discos
grabados. En Colombia fueron Pelón
y Marín, dos serenateros
antioqueños, cuando el
fonógrafo no tenía
más de diez años
de nacido en el mundo y estaba
en trance de comercializarse,
en los primeros años de
este siglo.
Entre
1907 y 1908, Pelón y Marín
se fueron a La Habana llevándose
pasillos y bambucos que fueron
un éxito y que grabaron
luego en México y circularon
en toda América. Ellos
influyeron en la música
mexicana llamada yucateca, como
la de Guti Cárdenas y Ricardo
Palmerín o Pepe Domínguez.
La música yucateca es la
más pura y bella de México,
en concepto de Hernán Restrepo.
Cuando hace das años se
celebraron sus bodas de diamante,
los 75 años del bambuco
colombiano, éstas se celebraron
en Yucatán. También
en Mérida se oía
el bambuco, porque un escultor
llamado Rómulo Rozo, colombiano,
está influido en su arte
por Pelón y Marín.
Su buen recuerdo ocasionó
que los sucesores, los bogotanos
Wills y Escobar, hicieran ochas
al ir a grabar allí mismo.
Alejo
Carpentier, en su Historia
de la música en Cuba, dice
que el bolero cubano, nacido en
Santiago de Cuba, se mezcló
con el bolero de Yucatán
y de allí nació
el que conocemos. Entre los dos
está, pues, el bambuco
colombiano que Carpentier define
como bolero cubano, una suma de
canción napolitana y bambuco
colombiano. También cita,
en esta apología de nuestra
música popular, los porros
y cumbias colombianos que revolucionan
el ambiente en Brasil, Argentina
y México.
Carlos
Gardel, a quien se comenzó
a conocer sólo como cantante
de folclor argentino. Incluyóen
su repertorio, en el año
1915, cuatro o cinco bambucos
colombianos, y no tenía
en él nada de Chile ni
de ningún otro país.
RECUENTO
DEL PASADO GLORIOSO
Pelón
y Marín fueron, pues, los
primeros colombianos en grabar
un disco, cuando los artistas
viajaban a Nueva York y traían
sus voces pegadas como por brujería
en esa pasta negra. Son los hermanos
Uribe, de Envigado, Antioquia
(uno de ellos, abuelo de la pianista
Blanca Uribe), quienes los llevan
en el año 10 a cantar bambucos,
y la Columbia vuelve éxitos
a Pelón y Marín.
Tanto, que un empleado de esa
casa viene a buscar un conjunto
para grabar más y se lleva
a la Lira Antioqueña, dirigida
por el maestro Arriola. El 20
de julio de 1910, en el primer
centenario de nuestra independencia,
fue grabado allí el himno
nacional.
Medellín
era la gran productora musical,
y el testimonio oral dice que
los cafés más importantes
de la ciudad contaban todos con
estudiantina que hacía
vespertina entre las seis y las
ocho de la noche. En los cafés
París y La Bastilla y en
el bar de los Moras, se estrenaban
bambucos hasta el año 30
y 31. Entre cl 35 y el 36 viene
la etapa de la radio, y Medellín
se convierte en el primer centro
radial, a donde los mejores artistas
venían a grabar. El tenor
Luis Macía y el compositor
y director de orquesta José
María Tena, español
animoso, mientras Macía
se aprendía. Leyéndo,
una canción, escuchaban
ambos la XEW, la más
importante emisora mexicana, que
hiciera nacer el bolero. Cuando
Lara (Agustín) estrenaba
Rival, ambos la copiaban
en partitura y taquigrafía
para estrenarla tres días
después en la Voz de Antioquia.
Entonces la música, afirma
Restrepo, era más fresca
que ahora.
La
industria discográfica
se asentaba en Medellín,
y las cadenas de radio originaban
allí sus programas para
todo el país, entre los
años 35 y 50. Después
Bogotá se "roba" la radio,
absorbe los programas y los artistas,
aunque casi un setenta por ciento
de la industria fonográfica
sigue en Medellín. Entre
las marcas colombianas, las primeras
que nacieron fueron Fuentes en
Cartagena, Vergara en Bogotá
y Tropical en Barranquilla. Antioquia
tuvo, en esos años 60,
a Sonolux, Codiscos, Fuentes,
Ondina y Silver. La música
que se oía en el país
nacía en estos estudios
de Medellín, insiste el
muy antioqueño Hernán
Restrepo: Lucho Bermúdez,
Pacho Galán, Edmundo Arias,
Garzón y Collazos, Los
Tolimenses e incluso los vallenatos,
cuando el gran Guillermo Buitrago
grababa con Fuentes aquí.
Medellín generó,
pues, la música de tres
lustros más, del 50 al
75, hasta que en Bogotá
nacieron las sucursales de la
CBS y la Philips. Además
de cierto centralismo que promovió
la televisión. Alcanzó
a influir nuestra música
en la de Argentina y México
y en grandes agrupaciones como
la Sonora Matancera, que tuvo
música y músicos
colombianos. La Billos Caracas
Boys, lo mismo que Pérez
Prado (de Venezuela los primeros,
y cubano el segundo), grabaron
muchos porros colombianos. Llega
a afirmar Restrepo que Venezuela
ha vivido de nuestra música.
La
más fuerte crítica
a esta influencia paisa en la
música popular nace del
movimiento que le cambió
el ritmo al país; surgieron
conjuntos de "muchachos" como
Los Graduados, Los Hispanos y
los Black Stars, todos antioqueños
que tornaron la música
de la costa caribe y, con un ritmo
local bastante elemental, la "degeneraron",
en concepto de muchos. Cali en
ese momento gustaba más
de los portorriqueños y
su salsa, pero en general eran
populares estos conjuntos "bailables".
La
música llamada de la nueva
ola surgió también
en esta ciudad montañosa
del centrooccidente del país,
a pesar de los ingentes esfuerzos
de Restrepo Duque por dirigir
el gusto popular hacia el pasado.
Él mismo recuerda con afecto
a Los Yetis y su temprano rock-and-roll;
el Club del Clan, lanzado
aquí por un locutor dc
radio llamado Guillermo Hinestroza
y unos cantantes seleccionados
por él, que luego fueron
llevados con éxito a la
televisión. También
los Teen Agers, de la carnada
de los "bailables" ya citados,
tenían tanta popularidad
nacional corno la que en el bolero
mantiene aún Jaime R. Echavarría,
todos estos también surgidos
de esta pequeña meca.
Hernán
deplora a esta altura que los
cronistas de música, como
Antonio José Restrepo,
se enfrascaran en el folclor,
descuidando la música de
la ciudad, que, en su concepto,
formé nuestro acervo, y
lo cual constituye un verdadero
problema para los actuales estudiosos,
como él, de la música
urbana. Reconoce el nacimiento
de muchos historiadores en este
sentido, que se guían por
lo que les cuentan los cronistas,
haciendo una historia falsa. No
puede creer que en libros muy
promocionados sobre el vallenato
se desconozca el nombre de Guillermo
Buitrago ("Cómo me compongo
yo en cl día de hoy, cómo
me compongo yo en el de mañana
), a juicio de Hernán,
porque aquel cantor y compositor
no pertenece a la rosca de Escalona
y corresponde a la época
no comercial ni social del vallenato,
siendo Buitrago un cantante fundamental.
Lucho Bermúdez fue también
definitivo por el porro, aunque
no es, como propone la historia
actual, quien inventó la
llamada música costeña.
Aunque
Ángel María Camacho
y Cano fue, entre estos historiadores,
el primero que recogió
ritmos colombianos, no figura
en los recuentos ni se habla hoy
de él. No es raro, porque
en esta rara historicidad la música
del interior comienza con Garzón
y Collazos y no con Pelón
y Marín; como si hubiera
sido totalmente recortada.
De
los folcloristas, a su juicio
meritorios, como Guillermo Abadía
Morales, Restrepo se queja de
que insistan en lo anónimo,
sin paternidad, con lo que se
demerita a los creadores conocidos.
Pero
pasemos de la historia a las influencias
que ha sufrido la música
popular en Colombia; del tango,
por ejemplo, que ha llegado a
ser parte de nuestra cultura.
Al respecto Hernán tiene
una teoría particular.
Cuenta que en la época
anterior a la televisión
el disco fue una locura, y tener
un tocadiscos en la casa era el
equivalente a lo que hoy es tener
un betamax. Por eso los
empresarios discográficos
de Medellín se empeñaban
en lanzar cantantes locales, y
para eso enviaban a Estados Unidos
una partitura de la canción
a fin de que fuera grabada como
pista por orquestas de allá.
Piénsese, por ejemplo,
en artistas de barrio como Gonzalo
Vidal, que al aparecer grabados
en disco quedaban consagrados.
Pero todas estas grabaciones eran
aprovechadas por las casas disqueras
y, por otro lado, mandaban lo
que les interesaba promocionar.
En esa época el furor del
tango hizo que hubiera moda, cigarrillos
y demás "parafernalia"
del tango. Cuando la familia se
reunía a escuchar al valor
de aquí, a las cuatro veces
volteaban y se encontraban con
una música que era más
avanzada, y por eso pegó
aquí.
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Restrepo
Duque marcó el gusto
colombiano con sus grabaciones
discográficas. |
Pero
todo esto, dice con amargura,
se consideró siempre una
historia menor. No de otra manera
se explica el que los periódicos
no consideraran este fenómeno
de masas como noticia. Hasta hace
cosa de diez años se veía
como algo que no tenía
seriedad. Se ha escamoteado la
relación de personajes
corno Tomás Carrasquilla
con la música popular,
y en sus propias crónicas
no aparecen sus jornadas en Guayaquil,
ese barrio donde creció
el tango en Medellín, hasta
las dos y tres de la mañana,
con músicos de la cimadra,
y todo porque los de "moda" eran
Strauss o Verdi. La prensa era
entonces sólo política
y literaria y. mientras publicaba
el último poema de Abel
Farina, pasaba por alto el fenómeno
de las canciones.
Mientras
Medellín tenía,
en los años 40 una compañía
de ópera propia, con Alba
del Castillo como estrella y Mascheroni
como director, con temporada anual
en el teatro Junín, un
radioactor muy popular llamado
Luis Pareja Ruiz hacía
sus programas en vivo, en un estudio
donde se repartía trago
a los asistentes. Quedaba en la
calle principal (Junín),
enfrente del club Unión,
donde se reunían los "señores
importantes", pero con soma cuenta
Hernán que se divertían
más los de enfrente, en
el radioteatro.
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Mientras
Medellín tenía
en los años cuarenta
una compañía
de ópera propia,
la música popular
hacia furor gracias al impulso
de Restrepo Duque.
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Los
"martes musicales" de la
RCA Victor publicaban registros
de sus audiciones de música
clásica y los periódicos
solo publicaban la novedad
de estas veladas con Verdi
y Strauss, ignorando y despreciando
el fenómeno dc la
música popular
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Todo
este "fonógrafo" que tiene
registrados en su memoria los
avatares de la música urbana
colombiana, tuvo su maestro en
Tartarín Moreira, en la
realidad Libardo Parra Toro, poeta
y compositor que vivió
toda la bohemia de Medellín
y se convirtió en consejero
de cantantes y compositores y
contertulio durante seis o siete
años, hasta que murió
Tartarín. Desde entonces
la lente de la radio y los discos
ha tenido el ojo y el oído
de Hernán Restrepo Duque,
quien puso a oír al país
a Juan Arvizu, cuando el resto
de Occidente trepidaba con Elvis
Presley.
Boletín Cultural y Bibliográfico
Número
6, Volumen XXIII,
1986
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de la República
Biblioteca
Luis Ángel Arango
Colombia
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