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Fernando González
Biografía
Por Luis Eduardo Yepes

fernangonza.jpg (16792 bytes)Fernando González nació el 24 de abril de 1895 en Envigado, Antioquia, y vivió intensos 69 años. Sobre su infancia, él mismo nos dice: “Yo era blanco, paliducho, lombriciento, silencioso, solitario. Con frecuencia me quedaba por ahí parado en los rincones, suspenso, quieto. Fácilmente me airaba, y me revolcaba en el caño cada vez que peleaba con los de mi casa” (1).

Hizo sus estudios de primaria en una escuela religiosa, y luego estudió hasta quinto de bachillerato como interno en el Colegio de San Ignacio de Loyola, dirigido por los padres jesuitas, año del cual fue expulsado por sus precoces y excesivas lecturas, por transmitir sus inquietudes filosóficas a sus compañeros y por su desatención a las estrictas normas religiosas (como por ejemplo la inasistencia al tercer día de retiros espirituales, o por abstenerse de comulgar el día de la Asunción) según se desprende del informe que enviara el rector del colegio a don Daniel González, padre del muchacho.

La versión del protagonista de este acontecimiento es también sugestiva e interesante: en Los Negroides relata algo de su diálogo con el padre Quirós, profesor de filosofía: “Le negué todo al Padre Quirós. ¡El primer principio! Negué el primer principio filosófico, y el Padre me dijo: ‘Niegue a Dios; pero el primer principio (2) tiene que aceptarlo, o lo echamos del colegio...’ Yo negué a Dios y el primer principio, y desde ese día siento a Dios y me estoy liberando de lo que han vivido los hombres”. Gracias a esta expulsión -su marginamiento del mundo académico duraría tres años- surgió su primera obra: Pensamientos de un Viejo, que saldría a la luz pública en 1916, presagiando ya lo mucho que tendría por decir en años posteriores.

El joven autor terminó su bachillerato en el Liceo de la Universidad de Antioquia, en 1917, Universidad en la cual hizo sus estudios de Derecho. Allí validó un buen número de materias gracias a sus excepcionales dotes. Su actividad como abogado la ejerció esporádicamente como complemento a su intensa labor de escritor. Además de esto, en el transcurso de su vida habría de desempeñar algunas veces actividades diplomáticas, como Cónsul en Génova, en Marsella y más tarde en Rotterdam y en Bilbao.

En 1922 se casó con Margarita Restrepo (mencionada a menudo en sus libros como Berenguela) en quien encontró no sólo una gran compañera sino una lectora sensible e inteligente. Cuando salió la primera edición de Viaje a Pie, escribió para ella: “A veces creo que no eres mi cónyuge, sino mis alas”. Margarita era hija del ex presidente Carlos E. Restrepo, quien a la larga sería buen amigo y confidente de Fernando González.

Del matrimonio González-Restrepo nacieron cinco hijos: Alvaro, ingeniero químico, padre de nueve hijos. Ramiro, “serio, muy responsable y de una mente tan pura que era mi padre” -en palabras de su padre- murió a punto de graduarse como médico, con gran dolor para toda su familia. Pilar, mujer de hogar y egresada en trabajo social. Fernando, graduado en derecho, con postgrado en estudios de moneda extranjera, de una fina agudeza literaria. Simón, ingeniero mecánico y metalúrgico con estudios en el exterior, conocido públicamente por su labor como intendente de las Islas de San Andrés y Providencia.

La producción literaria e intelectual de Fernando González fue muy marcada particularmente entre 1929, cuando publica Viaje a Pie y 1941 cuando aparece El Maestro de Escuela. Dentro de ese lapso de tiempo escribiría la mayoría de sus obras: Mi Simón Bolívar, 1930; Don Mirócletes, 1932; El Hermafrodita Dormido, 1933; Mi Compadre, 1934; Salomé, concebida y registrada en sus apuntes de esos años, aunque sólo vería la luz pública en 1984, contenía las ideas madre de una de sus mejores obras: El Remordimiento, publicada en 1935. Otras obras de esa época fueron Cartas a Estanislao, 1935; Los Negroides, 1936; y Santander, 1940.

Desde mediados de la década del 40, la vida de Fernando González entra en una etapa de receso como escritor y vive una mayor introspección, gracias a lo cual en los últimos años de su vida sorprende con nuevas obras: El Libro de los Viajes o de las Presencias, 1959, y Tragicomedia del Padre Elías y Martina la Velera, 1962. Si sumamos a todo esto la producción intelectual de su correspondencia, entre ella la sostenida con Carlos E. Restrepo, con el Padre Andrés Ripol, las Cartas a su hijo Simón, así como la actividad en su Revista Antioquia, de la cual entre 1943 y 1945 aparecieron 17 números, vemos que su esfuerzo literario fue en verdad significativo.

Dada la calidad y originalidad de su obra no sólo en cuanto al contenido sino también al estilo, no es de extrañar que no una sino dos veces hubiese sido considerado como posible candidato al premio Nóbel de Literatura, según lo dicho por el embajador de Colombia en Suecia en aquella época, Guillermo Mora Londoño, quien además sostuvo que González había sido un candidato con ‘posibilidades’. De hecho, dos autores de esa época, distinguidos con el máximo galardón literario, se pronunciaron así sobre la obra de nuestro biografiado. Gabriela Mistral, con quien él tuvo correspondencia, dijo alguna vez: “Los libros de Fernando me sacuden hondamente. Hay en él una riqueza tan viva, un fermento tan prodigioso que ello me recuerda la irrupción de los almácigos en humus negro. ¡Es tan lindo estar vivo!” Por su parte, Jacinto Benavente escribió: “Leo siempre a Fernando González con delectación, su obra es originalísima y del más desenfadado humorismo. Pero no es para todos”.

Como punto final a esta breve biografía, valga mencionar a su célebre Otraparte, hoy convertida en casa museo. Como hecho coincidencial, el bisabuelo materno de Fernando González, Lucas de Ochoa (el mismo nombre de uno de los desdoblamientos de Fernando González) había sido propietario de unos terrenos cerca del municipio de Envigado, los cuales tuvieron distintos dueños, hasta que en 1937 nuestro autor pudo comprar un lote de dicho terreno. Allí construyó una bella casa, de estilo colonial, con la ayuda del Arquitecto Carlos Obregón, el ingeniero Félix Mejía Arango (Pepe Mexía) y el connotado pintor e ingeniero Pedro Nel Gómez. En el libro Fernando González, Filósofo de la Autenticidad, Javier Henao Hidrón relata: “En los últimos años de la vida de Fernando González, Otraparte se convirtió en un lugar casi mítico. El nombre se hizo popular, y solía ser pronunciado con admiración y respeto. Al maestro empezaron a llamarlo, unos ‘El mago de Otraparte’ y otros ‘El brujo de Otraparte’. Con frecuencia era visitado por jóvenes e intelectuales ansiosos de conocerlo”. Entre estos personajes figuran autores hoy reconocidos, como Manuel Mejía Vallejo, Carlos Castro Saavedra y Gonzalo Arango.

Lo anterior es un recuento rápido sobre la vida de este hombre. Pero para mí, su verdadera biografía está en su obra, fiel mapa de su recorrido interior: una conciencia abriéndose paso hacia otra conciencia más alta y más amplia, costare lo que costare. Por eso deja una huella tan honda. Su sinceridad nos muestra que junto a sus grandes dones -intelectuales, estéticos, y sobre todo espirituales- también salía a flor de piel su limitación, su ansiedad, incluso su angustia. Como en todo ser humano. ¿Cuánto afinó sus talentos y cuánto logró sublimar sus limitaciones?, esa respuesta sólo compete a cada uno consigo mismo, con su propia existencia. ¡Recibamos con amor su legado, esforzándonos por crecer en conciencia!

Notas:

1. Citado por Félix Angel Vallejo en Retrato Vivo de Fernando González, Editorial Colina, Medellín, 1982, p.44. Volver

2. El primer principio al que se refiere es el de la contradicción: “Una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo”. Volver

Fuente:

Fernando González, Colección Algunas Verdades, Editorial Colina, Medellín, 1996, pp.113 - 118.
Recopilación por Luis Eduardo Yepes.

La Otraparte de Fernando González

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