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DECLARACIÓN DE AMOR
Del modo de ser del antioqueño

Por: Belisario Betancur Cuartas
INTRODUCCIÓN
EXCESO DE AMOR

Escrito para un folleto de ocasión en agosto de 1988.
Al empezar a escribir estas notas no sentí la angustia de la página en blanco, porque pensé:"si hay un tema que domine en el mundo, es éste". Craso error: a medida que empecé a organizar ideas me fui dando cuenta de que con Antioquia me pasa lo que a todos con las cosas más cercanas y amadas: cuanto más grande sea el amor, más difícil es expresarlo. De ahí el horror que produce la enunciación de un poema a la madre, o de un canto a la Patria.

Pasaron años antes de que incursionara por Manrique (el clásico poeta, don Jorge, no el barrio bravo y tanguero de Medellín) y me asombraran y emocionaran sus Coplas a la muerte de mi padre. En ellas descubrí que la belleza de ese poema consiste en hablar en abstracto de la muerte, no en particular de la del progenitor; y en despojar el relato de todo carácter personal, para volverlo universal y abstracto.

Los circunloquios anteriores son un pretexto para confesar que no sé escribir sobre Antioquia, por exceso de amor. Y, menos, sé explicar por qué el antioqueño es como es: colombiano diferente de los del resto del país —excepción hecha de los antiguo caldenses, directos descendientes—; gusta de una comida distinta; habla de otra manera; y ese fuerte idioma local se queda eternamente y aparece, a modo de palimpsesto, en los acentos y en los giros de los idiomas que, con torpeza, logra aprender. Y, a pesar de todas estas diferencias, el viejo Alfonso López Pumarejo decía que los antioqueños son el pulso de Colombia. Antioquia tiene, tal vez, la más grande porción de costa sobre el mar Caribe, pero el antioqueño no se considera (ni lo consideran) costeño.

Aunque tampoco cachaco, ya que los mismos costeños, autores de la discriminatoria clasificación, lo llaman simplemente paisa. Son exagerados, los paisas, muy exagerados, en todo; inclusive su humor, grueso y un poco incomprensible para los no antioqueños, se basa en la exageración desmesurada, en la hipérbole desbordada. Su territorio es una isla rodeada de montañas por todas partes; pero sería injusto asignarles a ellas tanto los vicios como las virtudes. ¿Cómo explicar, sólo por el posible aislamiento al que lo han condenado las montañas, la creación de la más poderosa industria textil, para mencionar una sola modalidad industrial; y el surgimiento de escritores de la talla de don Tomás Carrasquilla, Efe Gómez y Manuel Mejía Vallejo? O la existencia de un fuerte movimiento plástico, en el que han sobresalido el Maestro Cano, Marco Tobón Mejía, Débora Arango, el internacionalmente famoso Fernando Botero. Y entre los escultores (también lo fue Pedro Nel y lo es Botero) José Horacio Betancur, autor de guaguas y de mitos; Salvador Arango, el iluminado Rodrigo Arenas Betancur, de quien García Márquez dice que es el mejor escritor de Colombia.

En la música popular están Tartarín Moreira, mítico autor de tangos; Carlos Vieco el de Hacia el calvario, con la colaboración poética del anoriseño León Zafir; Jaime R. Echavarría, de las dulces baladas y las dulces serenatas de amor; y en la música culta, Blas Emilio Atehortúa en la composición; y Blanca Uribe y Teresita Gómez, en la ejecución.
Es tan particular el antioqueño, que tiene probablemente el único tratado en verso sobre cómo sembrar y recolectar maíz, escrito por el gran poeta cejeño, nacionalizado en Sonsón, Gregorio Gutiérrez González: la Memoria sobre el cultivo del maíz en Antioquia. Y, siempre a contrapelo de la fama de pragmáticos, han aportado, además de grandes periodistas como los Cano, Rendón y los Gómez Martínez, a naturalistas como Joaquín Antonio Uribe; las prdeundas voces de los poetas Porfirio Barba Jacob, Epifanio Mejía, el maestro León de Greiff, al malogrado Edgar Poe Restrepo, Carlos Castro Saavedra, Jorge Robledo Ortiz. Y el grito disidente y puro de las huestes nadaistas, al mando de su prdeeta, Gonzalo Arango.

Advierto que en este elenco arbitrario y desordenado son más los nombres que faltan, que los que están. Pero no abundo para no convertir esta nota en interminable lista telefónica. Y conste que ésta no es otra exageración antioqueña. Ineluctablemente (la palabra es de Barba) al hablar de Medellín hay que hablar de tangos. En el tema somos expertos: los primeros del mundo. Los componemos, cantamos, bailamos, celebramos, criticamos, recordamos. No debió ser casualidad que Gardel acabara muriendo en el aeropuerto de Medellín (Las Playas, según los conservadores; Olaya Herrera, según los liberales). Para comprobar nuestra supremacía tanguística, va un cuento: un amigo mío, bogoteño él (así nos llaman en Medellín, peyorativamente, a los antioqueños que vivimos en Bogotá), tuvo la desacertada idea de encargarle a su esposa, que viajaba a la Argentina, Tango negro. Cuando ella llegó a Buenos Aires, visitó varias tiendas especializadas, en compañía de nuestro agregado cultural, como correspondía al caso; y al dar el título, la miraron como a marciana recién desembarcada y le dijeron: "Señora, ese tango no existe (o no lo conocemos)". Una semana más tarde mi amigo viajó a Medellín y yo le recomendé un sitio en donde buscar Tango negro; y allí encontró tres versiones distintas del tango que no
conocían en Argentina.

Manuel Mejía Vallejo, que sabe del tema, por antioqueño y por autor de esa hermosa novela que se llama, precisamente, Aire de tango, dice que el amor por los tangos se produjo en las dos ciudades, Buenos Aires y Medellín, porque en ellas se estaban presentando simultáneamente los fenómenos de migración del campo a la ciudad y entonces se reunían los campesinos, recién llegados, a recordar sus campos y sus novias campesinas, vestidas de percal y, tal vez, ahora convertidas en paicas. Así que el tango, según Manuel, nace de la nostalgia. Y oyéndolos uno se inclina a creerle.

Con explicaciones o sin ellas, el tango echó prdeundas raíces en Antioquia y si debemos encontrar sus exégetas, han de buscarse más bien en el barrio Manrique, o en lo que quedó del viejo barrio Guayaquil, en Medellín; más que en la Boca o en Caminito, en Buenos Aires.

Hasta aquí llego: sólo quería contarles que soy incapaz de decir mi amor a Antioquia y a su capital, Medellín. Si alguna duda les queda sobre esta aserción les ruego, a manera de castigo, releer las líneas precedentes. Quiero dejar una advertencia final: recuerden que la luz de Medellín no titila.
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CAPÍTULO II
PASADO, PRESENTE Y FUTURO
ANTIOQUIA EN BUSCA DE SÍ MISMA

Foro en el Recinto Quirama, Carmen de Viboral. Publicado en el suplemento literario de El Colombiano, Medellín, octubre 14 de 1973.

1. EL SUBSUELO HISTÓRICO
Haríamos a Antioquia el mejor homenaje si, aprovechando que estamos entre antioqueños, aplicáramos sinceridad al repaso de nuestro presente, a fin de indagar si seguimos siendo los mismos y si continuamos guardando el compás, para de allí extraer alguna lección útil a nuestro futuro.
Ante el país aparecemos como un Departamento líder, poseedores de un patrimonio cultural amasado con viejas virtudes y guardianes de una tradición hazañosa de esfuerzo y de grandeza.
Examinada a fondo la realidad, nosotros más conscientes y mejor versados en nuestros propios asuntos que el resto de nuestros compatriotas, vemos descarnadamente, sin embargo, que en este diagnóstico hay una superposición de imágenes: sobre la realidad de nuestros días, flota el velo de un pasado rico en realizaciones, tan prestigioso que puede plantear un riesgo de engaño y tergiversación.
Lo que importa es, entonces, separar del primer manto de nuestro subsuelo histórico, los fenómenos contemporáneos, y ver fríamente los problemas de hoy con óptica realista.

2. ESTA FUE LA ODISEA
Antioquia hizo lo que hizo, agobiada por toda suerte de limitaciones. Superarlas fue su odisea.
Cabe preguntarse si tan atrevido gesto, capaz de allanar la adversidad, hubiera hecho y estaría haciendo más, ahora, cuando los ingredientes del momento son un escenario enteramente propicio; o, en otras palabras, si lo bueno que vemos en presente se debe más al tradicional impulso, afianzado por el poderío de la voluntad que crea y organiza, o, quizá, en mayor medida, a factores nuevos, representados en la acumulación y capitalización ingente de un caudal heredado.
Me atrevería a responder, y lo afirmo como quien plantea una inquietud objetiva, que la vieja Antioquia tal vez hubiera aprovechado mejor el concurso de los nuevos tiempos para incrementar y enriquecer de mil maneras los anales de su vida colectiva, que lo que estamos haciendo nosotros.
Es una constante histórica que tras los esfuerzos creadores vienen las tareas de la administración; tras la aureola de los héroes desfila la inteligencia burocratizada.
Y ello no solamente aquí.
Importa que en esto se medite para que, si hay algún ápice de razón, lo apreciemos con el ánimo de aumentar el sentido creador de la tarea que corresponde a toda clase auténticamente dirigente.

3. UNA VERDAD DEFICIENTE
Es pertinente apuntar aquí algo que se relaciona con los caracteres más peculiares de toda comunidad, y frente a lo cual existe la tendencia de tomarlo como calidades congénitas o históricamente invulnerables.

La verdad es un poco diferente.
Cuando sobrevienen hechos nuevos, cuando esas comunidades se mezclan, cuando se pone fin a su primer encierro y su mundo se abre a influencias externas, los rasgos más típicos tienden a atenuarse.
A la idea de la Antioquia clásica, mítica y legendaria, hay que proyectarle ahora realismo: las especiales circunstancias que le sirvieron de cuna, están siendo sustituídas por grandes fuerzas transformadoras.
No hay que soñar con la supervivencia de un modelo eterno: la más ligera observación de nuestra vida cuotidiana señala a uno y otro lado, ininterrumpidamente, manifestaciones inéditas del comportamiento. Y lo más importante no consiste en mantenerse atados a una idea de cómo la realidad es, sino en seguir sus evoluciones para ir traduciendo sin cesar el acervo considerado mejor, al lenguaje de los nuevos hechos.

4. NUESTRA MAYOR RESERVA
Al conjuro de esta convicción, quiero invitarlos a enfocar un interrogante: ¿Cuál ha sido en el pasado nuestra mayor reserva, aquella fuente de donde siempre fluyó nuestra fuerza creadora más grande? ¿El itinerario de nuestros comportamientos demuestra que, de veras, estamos apelando a este eje de nuestro desarrollo, para aprovecharlo en las empresas del futuro?
Permítanme formular al respecto un diagnóstico sin adulaciones: en el pasado nuestros padres y abuelos hicieron a Antioquia pensando en Antioquia; hoy la queremos hacer pensando en su epicentro, Medellín.
Parece como si nos hubiéramos propuesto construir una capital. Exprimir la esponja para edificar una gran ciudad o una poderosa área metropolitana. Ello como si todo fueran corrientes tributarias, orientadas por el sentido de un proceso de desarrollo convergente, que se nutre de las últimas energías de un organismo exhausto en cuyo latir resuenan ecos de una decadencia.

A medida que las cifras en que fundamos nuestro optimismo se suceden y expanden, se hace más visible que dilapidamos, no por deliberación sino por desenfoque y por descuido, el mejor venero de nuestras energías; y malgastamos ese rico caudal que hoy desmaya frente a una urbe desmesurada, bella y próspera, que amamos entrañablemente, pero en cuya ola de crecimiento va envuelta secretamente la segregación de la Antioquia de siempre.

5. EN LOS CAMPOS Y PUEBLOS
¡Reitero mi prdeesión de amor a nuestra capital! ¡Pero me declaro pueblerino! Antioquia se hizo en los campos, en los pueblos y en los caminos: ¡donde estaba la gente, que era todo su nervio!
La sustancia de su mística, de su emoción y de su pensamiento; el ascenso de su proceso histórico; las peculiares maneras y estilos de su trabajo, todo aquello positivo en que se asienta la aureola que nos circunda, viene de allí y está denunciando este fenómeno.
Cualquier modo de acción que, en forma directa o indirecta, pretenda o lleve a la pretensión de sustituir con los recursos del capital, del management y de la planeación, el gran tesoro de los antioqueños, su gente (¡su gente donde ella esté!) expandida por todos los entreveros y rincones de nuestra geografía, estará llevando a un error y a un desperdicio.

Las luces y las facilidades que brindan las técnicas y los saberes adoptados deben ser apenas un continente adicional. No debe tratarse de restar y de reemplazar, descartando, sino de sumar y buscar el punto de equilibrio, que es el que expresa nuestro mejor parámetro de posibilidades.
Porque en la historia se avanza por las vías de las grandes síntesis: no barriendo sin clemencia, sino parándose sobre el minuto precedente para ver más claro y más lejos, aumentando así, con nuestra estatura, el alcance de la mirada y las posibilidades del horizonte que está siempre adelante, esperándonos.

6. CULTURA PAISA
Un Carrasquilla, un Rafael Uribe, un Efe Gómez o Tulio Ospina, un Pedro Nel Gómez, un Fernando González, un Barba o un León de Greiff, hablando del cuerpo increíblemente vivo de nuestra cultura paisa, tan prdeundamente antioqueños todos, son esencia de la esencia de los antioqueños, de las virtudes recónditas que quedan aún pero que hoy están asediadas por el cosmopolitismo.
No son esas las virtudes literarias, o artísticas, o filosóficas o políticas. No, no son eso solo: dimanan de allí mismo, de donde vienen los capitanes de empresa, los pioneros de nuestra industria, los organizadores de nuestra abundancia. Se palpa que sus páginas y sus cuadros están hechos de la misma greda de que están hechos los productos de nuestros telares, ¡del fruto de la tierra!
De la misma capacidad que hoy anda desparramada por todos los lugares, a los cuatro vientos; a donde hay que ir a recogerlos y a mostrarles el camino que restablezca la comunicación y coherencia de sus afanes frustrados, con la empresa común de crear un idioma compartido de soluciones vitales para el común de nuestros conciudadanos.
Los españoles de la era romana sentían que, si bien no podían dar nada en impuestos, entregaban, sin embargo, el caudal de sus grandes hombres, de sus unidades más egregias.
Volvamos los ojos a esta realidad, resueltamente, a ver si por allí encontramos cómo retomar el curso extraviado de nuestro crecimiento integral.

Porque es urgente que este avance de Antioquia no sea un fenómeno capitalino sin armonía ni congruencia, sino todo un simétrico desplazamiento que, al incorporar en forma orgánica el conjunto de su problemática, le traiga también, en compensación, el regalo de toda su potencia.

7. LARGA INVESTIGACIÓN
Estos son temas para una larga investigación, para invocar en su apoyo todo el laboratorio de los datos y de las estadísticas.
No dejo, por eso, de mencionarlos, ya que vinimos aquí a dejar semillas y preocupaciones; porque, a lo mejor, pueda cada cual rememorar en forma rápida algunas evidencias que indiquen que no todo anda tan bien, y que debemos ponernos a la tarea de detectar nuestras deficiencias y a buscar cuáles son, concretamente, las medidas aconsejables para llegar a un golpe de timón y a una corrección de rumbo.

Volvemos sobre Antioquia amorosamente, y es bueno enunciar algunas ocurrencias, pensando que quizá resulte oportuno llamar nuevamente la atención, por ejemplo hacia la necesidad de reivindicar en los programas y en las metas de la administración, el papel y la importancia de nuestra periferia.

El espíritu descentralista es tanto más respetable cuanto responda mejor a una filosdeía: la de que debe irrigarse la corriente de los recursos de todo orden en toda escala, para que no haya centro ni subcentro, ciudad o pueblo, que pretenda absorberlo todo, sin dar adecuada participación a las zonas más alejadas, y en la medida que se alejan de los mecanismos de acción, y de capacitación y consumo de recursos.

Antioquia debe llevar a sus últimas consecuencias su lema descentralista: aplicarlo internamente y volcarse, como un apremio de la hora, a reconstruir los canales de su vitalidad provinciana, si no quiere ver a Medellín convertida en un vampiro que la succiona para rodearse de espectros.

8. LA VIDA MUNICIPAL
Mi conclusión consiste en que hay que revivir la vida municipal y comarcana.
Que hay que propugnar por devolverle su autonomía y su propia capacidad, la plenitud de sus medios, a la angostada vida provinciana.
Antioquia fue siempre municipalista. Los fueros naturales de las localidades eran siempre un postulado que no venía de la teoría ni de los manuales de la buena administración o de la buena política, sino de las implicaciones de la realidad y de su más genuino contexto. Era un saber innato, una exigencia visceral y entrañable, que se levantaba en todos los puntos cardinales para reclamar la ubicuidad del buen gobierno y de la buena providencia pública.
Si Antioquia volviera a tomar ante el país esta bandera hoy a media asta, pero que sigue izada desde lo más hondo de nuestra idiosincrasia, aunque ya con asomos de amarga desilusión; si Antioquia se empinara con este gesto, habríamos de ver entonces cuántas voces en coro se levantarían para secundarla, sintiéndose interpretadas y capitaneadas en un impulso de indudable emergencia.

9. REFORMA CONSTITUCIONAL
Quiero agregar que en estos campos hay mucho por hacer desde todos los extremos: lo que requiere una reforma de la Constitución, hacerlo, aunque puede llevarse a cabo con la ley; lo que el Gobierno Nacional podría realizar dentro de la ley con simples reglamentos; y así, en serie, descendiendo, lo que pueden las ordenanzas por sí mismas y aun las simples administraciones seccionales aplicando criterios de mera política.

En el campo de la tecnificación y sentido práctico de la educación primaria rural; de la administración de las zonas campesinas; de la participación ciudadana en la administración municipal; de la sectorización o nucleación de ciertas órbitas intermunicipales para fines de administración autónoma y delegada; de la mejor colaboración con los pequeños municipios, los distritos zeta que hay en todos los departamentos; en materia de regionalización, para ciertas miras prácticas de planeación y administración; en una efectiva mejora y tecnificación de los administradores municipales; en la intensificación de la asesoría y orientación de los municipios, en todo esto hay grandes tareas por hacer.

Como las hay en la utilización del tiempo muerto, más que libre, de las mujeres, de los ancianos y de los niños en nuestros pueblos, mediante el fomento de sistemas especiales de ocupación financiada e industrialmente utilizable.
Sé que esta preocupación no está ausente de las cabezas rectoras del Departamento. Y, también, que se han fundado instituciones cuya labor es encomiable al respecto.

Mi insinuación quiere subrayar que ésta es la senda por donde Antioquia debe marchar, si quiere reencontrarse con las grandes posibilidades de su destino histórico; y que a esta luz es adonde hay que mirar, para recuperar el tiempo perdido.

10. LA JOVEN INTELIGENCIA
Y, finalmente, una insistencia en la importancia de estimular y proteger, por todos los medios al alcance, el papel de la joven inteligencia antioqueña: de sus escritores, de sus pensadores, de sus investigadores, de sus artistas, de todos los que manejan la materia prima de las emociones y de las ideas.
Porque si en alguna parte del país estas capas intelectuales están centradas en su ambiente y trabajan con materiales de la realidad, es en Antioquia: donde la cultura siempre ha tenido vocación por la vida cuotidiana y por los problemas dentro de los cuales la gente se debate; y que, por eso, se mueve también dentro de un público receptivo, ansioso de asimilar los productos de su laboratorio mental.
Esas vanguardias independientes pueden procesar y elaborar muy útiles orientaciones y aconsejar derroteros, en una época fluída y cambiante, que requiere una gran rapidez de maniobra si no se quiere quedarse atrás o ir a la zaga, a merced de tardías rectificaciones.
Antioquia los necesita, para estar constantemente preguntándoles por su futuro. Ellos representan una preciosa oportunidad para controlar la marcha según los dictados de una democracia efectiva.

EL MODO DE SER DEL ANTIOQUEÑO Y MÉTODOS PARA MEJORARLO
La Prensa de Bogotá: septiembre de 1988.
Dos veces fue gobernador —"el más sabio que tuvo la provincia de Antioquia durante la época española"— don Francisco Silvestre Sánchez, nacido en 1734 en el pueblo de Masueco de la provincia de Salamanca; llegado a Cartagena y Mompós a los 17 años; casado allí, y con vasta descendencia; trasladado después a Remedios y más tarde a Bogotá hasta morir en Madrid al comenzar el siglo XIX; la primera gobernación cuando tenía 40 años entre 1775 y 1776, por algo más de un año; y por más de 3 años, la segunda, entre 1782 y 1785 antes de cumplir los cincuenta.
La primera vez abrió el camino entre el río Cauca desde Santa Fe de Antioquia, al río Magdalena por Sonsón (que un siglo después cambiarían el gobernador doctor Berrío y el ingeniero cubano Cisneros con el ferrocarril); abrió la vía al mar Caribe por Ayapel; impulsó la minería y la agricultura; despertó a los perezosos 56 mil antioqueños de entonces; y dejó un primer informe, muy frecuentado por historiadores colombianos y norteamericanos, para exaltar su sentido anticipatorio del destino de aquella comarca de holgazanes, según repetía.
La segunda vez abrió nuevos caminos, fundó sociedades mineras, creó grandes estímulos para agricultura y ganadería, impulsó la navegación fluvial, ensanchó la colonización hacia el sur pero se trajo la ciudad de Arma del norte de Caldas para el valle de Rionegro, inventó recursos fiscales. Y sobre todo sacudió la modorra de la gente, trazando la ruta que el oidor Mon y Velarde —el gran regenerador de Antioquia, según don Tulio Ospina— habría de prdeundizar y de seguir. Lo cual lo dejó escrito en una Relación de la Provincia de Antioquia y métodos para mejorarla, hasta ahora desconocida, que es el primer plan de desarrollo de las tierras recién descubiertas, con prdeundas meditaciones para elevar la suerte de la región y recomendaciones sagaces para cambiar el modo de ser de la gente.
El modo de ser del antioqueño comenzaba a nacer: un modo de ser en que la minería tuvo valor pedagógico prdeundo para hacer la paciencia y persistencia en la acción, que conducirían a la acumulación de capital y a la introducción de la tecnología, a la asociación. Y al mantenimiento de costumbres austeras y rígidas. Un modo de ser que dos siglos antes había intuído el gobernador don Gaspar de Rodas y retomarían Mon y Velarde, Berrío, Jaramillo Sánchez y Gómez Martínez, entre los muchos buenos rectores que ha tenido un pueblo inclinado a litigar, abundante en reservadas mañas y astutas malicias: un pueblo de buenos gobernantes porque allá son buenos gobernados, como advertía Monseñor Carrasquilla.
* * *
La Relación de la Provincia Antioquia y métodos para mejorarla consta de cuatro partes divididas en 48 capítulos y éstos en 503 numerales: las dos últimas partes versan sobre el estado general del virreinato y las primeras traen recomendaciones específicas sobre la comarca, principalmente respecto a la idiosincrasia de sus gentes, su aislamiento geográfico y el origen de los recursos fiscales para financiar el plan, con la advertencia de que en el numeral 502 recomienda la eliminación del impuesto de las riñas de gallos, por anodino; y dejar sólo diez o doce tributos para ser aplicados principalmente a obras públicas.

Esta apasionante Relación fue escrita con lentitud: los nueve primeros capítulos, en Antioquia; la prosiguió en Santa Fe de Bogotá adonde hubo de trasladarse Silvestre para atender a demandas y pleitos (que él sí que era de malas pulgas, un tanto desagradecido, acaso aprovechador de preeminencias), a poner la cara frente a las desavenencias con Mon y Velarde, con un tal Biturro y con el arzobispo-virrey don Antonio Caballero y Góngora. Luego abandonó el trabajo "por el mal pago y persecución que se hacía de mi celo". Terminó la Relación en Madrid, España, en 1797.

* * *
Desde entonces empezó el recorrido misterioso de la Relación de Silvestre. Nada se supo por 40 años sobre este denso estudio de agradable y fácil lectura, en el cual no hay misterios de interpretación, como advierte el prdeesor David Robinson, excepto el caso del "gazdeilacio perúbico", literalmente tesorería del templo de Jerusalén pero en realidad alusión al libro Gazophilacium Regium Perubicum, recopilación de leyes y reglamentos fiscales de la colonia, de Gaspar de Escalona y Agüero.

Pues bien, la Relación desapareció desde 1797 a 1840 aproximadamente, en que fue comprada en Madrid por el bibliófilo español Joaquín García Icazbalceta, quien vivía en México. A su muerte en 1894, fue heredada por su hijo Luis García Pimentel, cuyos herederos la vendieron en 1937 a la Universidad de Texas en Austin. Allí fue catalogada en la "Colección Latinoamericana de Documentos" y registrada en 1939 en "Guide to the Latin American Manuscripts in The University de Texas Library" por Carlos Castañeda y J.A. Dabbs. Así y todo no fue utilizada para la ya clásica obra de James Parsons La Colonización Antioqueña en el Occidente de Colombia, aparecida en inglés en Berkeley en 1949, traducida al español por Emilio Robledo y publicada en Medellín en 1950.

 

La Relación de Silvestre fue descubierta en 1978, transcrita y presentada por el prdeesor David J. Robinson, investigador inglés doctorado en geografía en la Universidad de Londres pero prdeesor en las Universidades norteamericanas de Syracuse y Cambridge, especializado en geografía latinoamericana, y quien a este efecto viajó en numerosas ocasiones a Colombia y particularmente a Antioquia, entró en relación con universidades, centros de historia, historiadores, hasta cuando en 1986 tomó contacto con el entonces gobernador Alberto Vásquez Restrepo, quien dispuso la publicación que acaba de hacer la Secretaría de Educación y Cultura en la Imprenta Departamental.

El prdeesor Robinson dedica esta primera edición de la Relación de la Provincia de Antioquia y Métodos para mejorarla, a todos los antioqueños que han luchado y siguen luchando por métodos para mejorarla.
Conocimiento de la historia

LOS ESPEJOS BENÉVOLOS
Prólogo para el libro Historia de Antioquia, publicado por El Colombiano y Suramericana de Seguros, enero de 1986. Editorial Presencia, 1988, Bogotá.
Cada vez que pienso en Antioquia —en la grande, en aquella que existe por encima de las divisiones administrativas—; cada vez que se me suscita esa obsesiva reminiscencia o cada vez que siento la urgencia de la tierra como el dios Anteo (quien renacía cuando sus pies tocaban el suelo nutricio), la percibo como una contradicción viviente: aislada por la aduana geológica de sus montañas pero motor de los intercambios entre regiones y países; un sí es no es cerrada a los extranjeros pero sus hijos extranjeros en numerosas comarcas; cultura que resuena a la cadencia del campanario parroquial pero da los frutos más vanguardistas de la cosecha colombiana; avara en recursos naturales, salvo en oro, pero escenario de la primera deensiva de industrialización exitosa en Colombia; sociedad de "cristianos viejos", pero donde campea el calvinismo mercantil. En fin, comunidad afecta al espíritu señorial de los patriarcas pueblerinos, pero metida de cabezas a buscar la modernidad urbana en esta segunda mitad del siglo.

1. EL EJE HISTÓRICO DEL TRADICIONALISMO MODERNIZADOR
Las paradojas anteriores, como toda paradoja, expresan una realidad compleja que opera por síntesis de términos aparentemente contrarios, realidad cuya naturaleza y avance histórico son dialécticos, no lineales, y que se resumen en la paradoja mayor de Antioquia —su motor histórico—, aquella que define su fisonomía como pueblo y como cultura en construcción: su tradicionalismo modernizador.
Estamos ante un pueblo en trance permanente de fusiones y alquimias, a partir de su apego a la tradición y a la historia, de una parte; y, de otra, con las exigencias y aspiraciones de los tiempos presentes: presentes ayer y presentes hoy como requerimiento que avanza en el tiempo, que es como decir en la historia que recuerda sus rigores ancestrales, sus virtudes esenciales.

Tales virtudes eran la frugalidad y la constancia; el sentido del ahorro y de la ayuda mutua; la propensión asociativa para cubrir el riesgo de la minería, primero, y del comercio, después; y una laboriosidad obsesiva y casi agotadora. Todo lo cual se fue convirtiendo en leyenda; pero por debajo de la leyenda había una realidad cotidiana, un ordinario ejercicio de la constancia y del método, un nada romántico deseo de superación y predominio.

Es proverbial su manía de exagerar las cosas. No resisto la tentación de repetir un escrito mío de principios de los años ochenta:
Estas gentes que, como decía León de Greiff, comparten sus experiencias conjuntas en un hiperbólico cuasimentir, manifiestan con ello un sentido de participación rayano en la complicidad y denotan una confianza ilimitada en su destino. Nadie logrará perturbar con un pretencioso afán de exactitud, la manera de exteriorizar su sentido del humor y su entusiasmo colectivo. La exageración es una épica cuyos héroes surgen en las orgías verbales con que celebran sus empresas, al punto de que a veces las ejecutan por el gusto de poderlas narrar. La exageración exterioriza el elemento afectivo que colorea una obra de importancia individual, pero que carecería de admiradores si no fuese al mismo tiempo colectiva.

2. EL RETO CREADOR
Un pueblo en continua superación de los límites impuestos por esa historia y ese entorno, límites que moldean su personalidad e impulsan su búsqueda de horizontes y futuros, es un conjunto que se levanta desde los determinantes de la geografía, reflejados en su historia, contra esa geografía y de alguna manera contra esa historia, para prdeundizarla y proyectarla.

Es la vivencia de la hipótesis del "reto creador" que hace medio siglo enunciara Toynbee, entendido como elaboración creativa, humana por consiguiente; de limitaciones, de desafíos y hasta de determinaciones, para extraer de ellos nuevas fuerzas y fijar nuevas metas en su peregrinar por el tiempo. Sí; y no como respuesta mecánica del reflejo condicionado del hombre y la comunidad, a las determinaciones, limitaciones y desafíos que plantea el entorno.

3. TRADICIONALISMO Y MODERNIZACIÓN
Han pasado muchos años, dos siglos, desde aquellas épocas cuando la visión del gobernador Francisco Silvestre y la inteligencia del Oidor Mon y Velarde, precursores de los estudios regionales, mostraban el aislamiento de Antioquia como uno de los factores de su atraso y señalaban que solamente la ruptura de las barreras feudales y del contexto provinciano, le permitirían a la región superar su atraso y sus desequilibrios.

La colonización antioqueña, que fue como la segunda conquista de El Dorado, nos permitió responder y materializar el sueño de los brillantes funcionarios de la Corona.
El oro de Antioquia proyectó a los antioqueños a la escena de la historia colombiana desde la primera mitad del siglo XVI, con sus diferencias de identidad.

Antioquia siempre tuvo protagonismo; el cual ha legado a sus pobladores una historia, un peso específico, pues no se está ante una tierra nueva que se forma apenas, sino ante un grupo viejo, en ebullición y transformación constantes, grupo que vive una situación desequilibrada: de gran riqueza aurífera (con las posibilidades económicas de liquidez que ella permite); en medio de penurias de abastecimientos —de alimentos y de manufacturas— generadas por las condiciones mismas de su territorio y de una población dispersa lanzada al rebusque minero, que fue el mazamorreo.
Este desequilibrio unido a las posibilidades económicas otorgadas por la posesión del oro, abre las puertas a las empresas financieras, comerciales y colonizadoras, de los antioqueños en los siglos XVIII y XIX, preludio de su transformación, en este siglo ya, en pueblo industrial, porque empresario, lo fue desde un principio.

4. RECREAR LA REALIDAD
Siempre tuvieron fama de audaces los antioqueños; tanta, que esa fama trata de volverse equívoca porque hace olvidar que sus signos han sido el trabajo duro y la producción de bienes físicos: café, maíz, banano, oro, carbón; que ha descuajado montañas; que es tierra de "finqueros" por excelencia; que ha hecho ciudades, ferrocarriles, grandes fábricas. ¿Tal vez aquella fama sumada al proceso de
modernización del país con todas sus contradicciones, lo desvió del viejo camino de la producción?

Tales avatares, ese aislamiento o esa búsqueda individual de salidas; ese control de las posibilidades económicas, le generan al antioqueño una tradición que no es sólo consciencia de su ser como pueblo, ni consciencia de autocomplacencia porque Antioquia sólo logra soluciones transitorias a su desequilibrio surgido de su medio natural, soluciones que la obligan a buscar siempre, a recrear de continuo su realidad: a ser siempre moderna con la lucidez de una tradición asumida.

4. DEL ARRIERO AL EMPRESARIO
Renglón aparte merece la necesidad de aplicar un criterio eminentemente social al desarrollo futuro de las empresas antioqueñas. Se tiene allí una tradición arraigada que refleja su sentido humano de la vida, más bien que decir el del natural humanismo paisa.

La empresa rural antioqueña —la hacienda, la finca— fue una escuela de sana, justa y creadora convivencia, contraria a todas las formas de la discriminación, la falsa aristocracia y el elitismo de otros enclaves culturales. La finca y la mina, la empresa comercial que en sí misma representa nuestra arriería, el círculo íntimo de la posada o la tienda, todo ello acuñó la imagen tersa de una sociedad abierta, fluída, con poderosas corrientes de circulación interna y mecanismos naturales de ascenso social. El peón, el obrero, la servidumbre se criaron juntos con la familia del propietario y tuteándose con él, compartiendo sus valores y sus juegos.

Cuando vino la industrialización y del telar familiar o del zaguán donde se troquelaban piezas modestas, se pasó al gran emporio industrial, y ya no había cinco obreros sino cientos, aquella herencia cultural se prolongó en el nuevo ambiente, para mantener el sentido personal de las relaciones y evitarle la deshumanización y el conflicto clasista.
Virtud esencial, predicada y comentada, es entre los antioqueños el igualitarismo democrático. Sociólogos y economistas lo explican por las faenas comunes en la minería y en la pequeña y mediana agricultura cafetera. El surgimiento de la industria supuestamente debía traer nuevos patrones de conducta, pero esos empresarios de antaño compartían con sus trabajadores madrugadas y fatigas. Para ellos no había contemplaciones ni privilegios; su vida era la de un trabajador más, con una responsabilidad distinta.

5. EL CONOCIMIENTO HISTÓRICO
Toda comunidad y todo individuo se enmarcan entre su historia y su futuro, verdad de Perogullo. Lo específico y definitorio del antioqueño, es su capacidad de poner una tradición al servicio de un futuro vivido como modernización, como capacidad para superar limitaciones y determinaciones latentes por estructurales.

Porque su base de sustentación tiene esa fragilidad, es por lo que una Antioquia perpleja en la autocomplacencia de su tradición, dejaría de ser comunidad viable. También una Antioquia proyectada sin referencia a su pasado, en los brazos de una modernidad cualquiera, sería un contrasentido. Porque antes que nada, Antioquia es la realización exitosa de un tradicionalismo modernizador. Históricamente no tiene otra alternativa.
Para continuar esa senda, que es su senda, necesita, tal vez como ninguna otra región colombiana, conocer su historia, a fin de convertir ese conocimiento en alimento, en eje estructurador y en discurso explicativo de esa tradición.
Es desde la historia, es desde su conocimiento, como ese inexorable proceso de modernización mantiene su orientación, conforme a los dictados y requerimientos de la realidad antioqueña.
Ella no es para Antioquia, capricho de los hombres sino desiderátum de su historia, cuyo conocimiento masivo, popular, avanzará significativamente con la obra que se desarrolla en las páginas siguientes, escritas de mano maestra por especialistas en las áreas respectivas; sobre todo, especialistas en mirar a Antioquia y a los antioqueños, sin caer en el sesgo de la benevolencia que tenían con sus dueños ciertos espejos de la bella época.

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