Recorrido
vital de Arnulfo Antonio
97 historias para el Abuelo
A veces un monólogo de sueños
y de días idos, tantos como se pueden
acumular durante 97 años de trasegar
constante, llenan el espacio en que se mueve
Arnulfo Antonio Betancur Correa. Después
salpica a todos con el encanto de historias
y carcajadas, resumen de una vida que se
resiste a marchitarse
Por
HERIBERTO GALLO MACHADO. Medellín
"El Colombiano"
A
esta altura del recorrido ya el camino es
una trocha que se pierde en el cañaduzal
y sólo el agudo sentido de orientación
del campesino permite alcanzar el objetivo.
De arriba se ve la choza, construcción
enclenque que, con hojas de iraca, reta
el inclemente tiempo de estos días.
Algunas varas recién cortadas sirven
para colgar cualquier cosa y darle orden
aparente a la vivienda de don Arnulfo Antonio
Betancur Correa, un anciano de rostro moreno
que sonríe al descubrir sus inusuales
visitantes.
Se
marchita el día. Los maizales cargan
el chócolo en flor, casi listo para
el consumo. �Si quieren llevan, bien puedan�,
dice el viejo y enseña tres dientes
solitarios en la geografía de su
boca. No resiste más emoción,
cuando toma una guitarra y comienza a entonar
melodías de hace tiempo, de cuando
estaba muchacho y se iba revolver tapetusa
con alegrías y placeres en El Cielo,
que era la zona de tolerancia de Ituango,
el pueblo donde se hizo hombre.
De
esas historias quedaron muchas mujeres,
doce hijos propios y 18 que ayudó
a levantar, como que su voluntad no se arredró
nunca ante la necesidad del semejante. Para
ello tenía las manos y mucha vocación
de entrega; eso era suficiente.
Cerca
del Nechí
Don
Arnulfo Antonio es un lugar común
en el paisaje de la carretera que de Campamento
desciende hasta la ribera del Río
Nechí, algunos kilómetros
antes de llegar a Anorí. Es una zona
de clima caliente, en el que la caña
de azúcar, el café, la yuca
y el maíz representan la base de
la economía. Entre viernes y sábado
se saca la panela de las moliendas. En el
aire se respira el vapor delicioso del jugo
de la caña cuando hierve a todo dar,
mientras dos trabajadores se turnan para
revolverlo.
Claro
que este fin de semana donde don Guillermo
Ortiz no molieron y entonces el Abuelo (así
le dicen todos) prefirió quedarse
en su rancho. En la tarde lo visitó
doña Regina, la señora que
le propició el espacio en el que
levantó la vivienda y sembró
unas cuarenta matas de maíz. Ahora
la cosa está pleitiada porque no
le quieren reconocer sus derechos sobre
la propiedad y parece que el viejo se tendrá
que ir a buscar lugar más abajo,
en la ribera del río.
|
Muchas
veces prefiere don Arnulfo Antonio
quedarse en la soledad de su rancho.
Desde allí ve pasar el día
mientras llega la noche con sus
mensaje de estrellas. |
�
Yo no soy de problemas, si me tengo que
salir me voy, pero quiero se me reconozca
algo por el entable que hice aquí,
con mucho esfuerzo.
Tanto
ha recorrido, que partir de nuevo apenas
marcará uno de los tantos comienzos
que en su vida ha tenido. Como cuando la
mamá se lo dejó al patrón
donde trabajaba ganándose un peso
en el mes, que era muy buena plata para
una mujer.
�
Eramos muy pobres y tuvo que hacerlo. Después,
lo recogió de nuevo, empujada por
el finquero que luego le dio trabajo y casi
que le puso como condición que se
volviera a traer al muchacho.
Recuerdos
brumosos
Tararea
una canción que le despierta recuerdos.
Nació en una vereda de Toledo y de
ocho años se lo llevaron para Ituango.
Allí se terminó de levantar,
aprendió los deicios del campo y
también entendió la realidad
que lo rodeaba. Era una región tranquila,
en la que la monotonía del trabajo
en la hacienda de alguno de los ricos del
pueblo se rompía el fin de semana
para ir a mercar, tomar guarapo, emborracharse
y ver mujeres. Después volvería
la rutina.
�
De Ituango recuerdo que el pueblo era así
como está ahí: el Chispero,
el Alto de don Canuto, el hospital, abajo,
donde vivían los Araques, don Gabriel,
el papá de don Antonio Araque, el
prdeesor; los Trujillos, don Ramón
Trujillo era uno de los maestros en el salón
donde estábamos nosotros. Don Francisco
Díaz, era el que me enseñaba
a mí, y yo comía donde doña
Marcelina Vásquez. Una mañana
me pegó porque yo no le hice una
tarea (que en ese tiempo le pegaban a uno
los maestros), me dijo, �-vea hombre, yo
lo recibo a usté porque me da la
gana, pero yo no tengo obligación�.
Y le dije, �-yo no necesito lo que es suyo,
pa�nada, yo me voy a ganame mi plata�. Me
fui pa�donde los Pérez, don Antonio
y don Alfredo.
|
El
fardo de yuca todavía está
para sembrar. Pero ya hay chócolo
listo para coger. El viejo está
contento con el fruto de su esfuerzo. |
�
Fui a la escuela un año; a la berraca,
medio aprendí a leer y a escribir.
Conocí, en Ituango, al padre Julio
Tamayo, el padre Luis Carlos Cano, que nos
dio la primera comunión a nosotros.
En
forma de canto
Aprendió
a tocar guitarra, viendo. Después
se ponía a zurrunguiar.
�
Yo tocaba en Ituango, de muchacho, en El
Cielo, en Batea Mojada, en el Alto de Marceliano,
en La Trilladora, en Guacharaquero, en La
Alsacia.
�Mañana
me voy de aquí/
pa�tierras
que no conozco/
sólo
te encargo bien mío/
no
cambiés mi amor por otro/ no cambiés
mi amor por otro/.
Amigos
y compañeros/ tengan lástima
de mí/
que
se me fue de la mano/
la
paloma que cogí/ la paloma que cogí�.
Retoma
la conversación sin dejar de hacer
sonar las cuerdas. Ya se muere el día.
Yace en el fogón de leña la
ceniza todavía humeante. De tres
palos cruzados cuelga la olla rechinada
de recibir candela, con algunos granos de
arroz dentro.
�
Me gusta dormir de día y por la tarde
me levanto a comer cualquier cosa, pero
hoy esta señora no me dio tiempo
porque vino a conversame muy temprano. En
la noche me pongo a oír noticias
en esta grabadora (y enseña el testimonio
destartalado de lo que dice).
La
paz esquiva
Sabe
que abajo en el Caguán dialogan sobre
paz y entonces comenta que cuál paz
si no van a dar la plata que se necesita
para que el proceso avance.
Es
que eso es muy complicado por el modo de
ser de la gente y por todo lo que la gente
ha hecho. Esa es la cosa, concluye: establecer
el robo, la maldad y la falta de trabajo,
eso viene desde La Violencia.
�
Todo lo que hay es porque Dios quiere. ¿Hay
justicia con ese modo de la guerrilla secuestrar
gente pa�pedirles plata? El campesino es
al que le toca duro en esto tan horrible.
No
entiende la sucesión de enfrentamientos
en su patria, que no se detienen desde esa
tarde del nueve de abril del 48, cuando
mataron a Gaitán.
�Nosotros
estábamos en Campamento descargando
una panela, cuando la noticia. Yo soy liberal
y me tenía que ir a juntame con los
míos porque ya me imaginaba que nos
iban a perseguir. Es que varias veces pasó
que le pedían a uno la cédula
como pa�saber quién era y de qué
lado estaba (hasta que yo decidí
quemarla para que no me molestaran más).
Entonces
cogió para los lados de Anorí
y se fue hasta Barro Blanco a juntarse con
el grupo de Roncamina, algo así como
la reacción de los liberales de la
región para esquivar el rigor de
la contienda. Ellos mismos se metieron en
la lucha. Explica que una cosa era un conservador
y otra muy distinta un sapo. -¿Y
usted llegó a matar a alguien? -No
mijo, Dios no lo quiera. Eso era Roncamina,
que los tomaba y, cuando el tipo que cogía
no quería ir, decía que le
dieran un trago, �que con ron camina�.
|
�Quiero
vivir mucho tiempo y después
morirme en un lugar solitario. Le
dije a un amigo que me trajera una
barra de Yarumal para hacer el hueco
al lado del rancho y que nadie me
mueva de ahí�. |
Una
sombra cansada
Con
la noche encima, camina aferrado a un bordón
improvisado de una vara que encontró
cuando empezó a subir la falda que
lleva a la casa de don Guillermo Ortiz,
a un lado de la carretera. Deja la trocha,
el maizal, se mete en el sembrado de caña,
sin detenerse y sin dejar de hablar.
Está
cansado, se siente enfermo y un poco triste
por el entable que, según parece,
tendrá que dejar después de
haber dejado allí todo su esfuerzo
de 97 años. Si llega un momento en
el que no haya para dónde coger,
se irá para Ituango.
�Doña
Regina no hace seis meses que me dio este
pedazo de tierra y ahora me estaba advirtiendo
que no sembrara otra mata más y estábamos
en una querella por un quemao que tengo
yo aquí abajo y este rancho. Aquí
sembré ésto, que era una traviesita
que yo les dije a ustedes que cuando bajaran
iba a haber chócolo. Lo que no encontraron
fue casa. Yo le dije, �-no señora,
pa�que no tengamos problemas yo mejor me
voy pa�mi tierra, Ituango�. A mí
no se me ha pegao nada�.
Susurros
de guitarra
�Por
tu hermosura lloran las flores/
y
las estrellas se ven brillar/
así
la luna tiende sus luces/
por
eso siempre/
te
voy a adorar/.
Ya
no tiene la guitarra y con el bastón
simula que zurrunguea. La conversación
sigue. -Yo nací el 19 de febrero
de 1902, un miércoles, faltando 22
minutos para las 2:00 de la tarde, en la
vereda La Paila, más allá
de Toledo. Mi papá se llamaba Juan
Lorenzo Correa y mi mamá María
Roselina Betancur, ellos no fueron casados;
a mí me titulan Correa los amigos,
porque les gusta; de Yarumal pa�llá
me dicen es Correita; aquí fue donde
me bautizaron Abuelo.
La
noche es un manto negro y el ambiente se
llena con el canto de los grillos. La voz
del viejo interrumpe el concierto para hacer
su propia melodía:
�Un
mudo le dijo a un ciego/
mira
la araña que va/
el
ciego le contestó/ veo los pasos
que da/
veo
los pasos que da/
Me
puse a lavar un negro/ y a ver qué
color cogía/
mientras
más agua le echaba más negrito
se ponía/ más negrito se ponía�.
La
última vez que estuvo en Medellín
fue hace tres años. Estuvo visitando
a Jesús Andrés, uno de sus
hijos, que vive en Santo Domingo. No se
amañó porque cómo es
eso de que uno tenga que vivir a puerta
cerrada.
�
Tiene 26 años y no nos ha dado un
confite. Dice que le gusta darles planazos
a las mujeres y yo le explicaba que la mujer
se la dio Dios para que le recuerde las
ternuras de la madre cuando nació.
Y me dijo que si le tocaba darle un tiro
se lo daba. Él es otra raza.
La
familia
Sólo
se casó una vez, con Carmen Emilia
Herrera. Se marchó el día
en que ella quiso mandarlo. Por eso no está
de acuerdo con el voto femenino, un invento
de Rojas Pinilla para que ellas se les montaran
a los hombres.
Los
hijos tienen nombres repetidos: Arnulfo
y Arnulfo, Manuel y Manuel, los segundos
remplazaron a los primeros, porque en todo
capricho de cada mujer tiene que tener el
nombre del marido, del patrón, de
un amigo, y si se muere lo remplaza con
el otro que viene.
Con
tanto recorrido, acosado por la violencia,
nunca se dejó tentar por la ganancia
fácil. Alguna vez buscó a
un curandero para que le enseñara
el secreto de conseguir plata sin trabajar.
�-Eso es robao, yo no le enseño eso�,
le contestó. Ahora saca sus propias
conclusiones. Lo robado no puede ser perdonado
y si usted se ceba es un ladrón y
el que roba no puede ser buena persona.
Los
otros hijos están por ahí
regados: Luis Ángel, Miguel Ángel,
Marina, Norelia, Leticia, Margarita y Lucila.
Prefiere
estar solo, como solo quiere morirse. A
un lado del rancho, si antes no tiene que
salir, quiere hacer un hueco en el que descansará
por siempre.
Fiestas
y estrellas
Ama
la fiesta. Cuando puede empuña un
tiple o una guitarra. Si alguna vez lloró
fue de rabia, no de miedo o de tristeza
porque le hace el quite a los problemas,
mientras busca la solución para salir
de ellos.
Cuajó
la noche y don Arnulfo acosa para regresar
a su cambuche, un lugar a medio hacer, donde
lo esperan su cama y el sonido del viento.
Las frases brotan con la misma fuerza del
comienzo.
�
Me gusta mucho ver a un hombre bravo dándole
a la barranca, darle a todo, mostrar que
es capaz, porque el muerto quiere vivir
y el vivo quiere morir. No le busco ruido
a nadie pero no aguanto que otro me busque
ruido a mí.
�
Yo cuando estoy en una rocería necesito
es un machete grande de esos que suenen
duro y que me griten en una orilla, pa�yo
ver cuál es el que rumba.
Al
tiempo de comer y de acostarse tiene una
oración. Con ella despide el día
y agradece el beneficio del sustento: �Gracias
te doy Señor, bendigo tu gran poder,
habéis querido Señor, dejárnos
anochecer, así te pido Señor,
nos dejes amanecer, con tu infinito poder,
en el nombre de Dios y María Santísima�.
Después
canta en latín apartes de una misa
antigua, de esas que ya no se ven y que
recuerda, nostálgico. Se pierde luego
en divagaciones sobre su regreso a Ituango,
sobre la roza de maíz que tiene en
su pequeño entable, de las noticias
sobre una paz esquiva, de los recuerdos
que se meten por la noche al rancho y dejan
algunos resquicios por entre los que se
cuela la luz de las estrellas.
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© 1999 EL COLOMBIANO LTDA. & CIA.
S.C.A. |